4/4/15

La Farsa Inglesa



La Farsa Inglesa

            Sin lugar a dudas, una de las imposiciones inadvertidas más flagrantes de nuestro tiempo, asumida con la misma docilidad con la que se aceptan las leyes naturales, es la obligación o imposición perentoria de aprender inglés en la práctica totalidad de los sistemas educativos del mundo. Se trata de un hecho aceptado socialmente sin más, sin que exista un debate público sobre el tema, ni una oposición organizada, un fenómeno impuesto por una legislación que no está claramente regulada y que pretende que creamos que la imposición del inglés como lengua extranjera obligatoria es un hecho obvio y natural que parece caer por su propio peso. Nada más lejos de la realidad.
           
            Existe una especie de fuerza coercitiva invisible que desde hace al menos cuarenta años trabaja en la imposición de un régimen lingüístico mundial en el que el inglés desempeñe el papel de lengua global. Hay quienes ingenuamente piensan que esta realidad se debe al devenir natural de los acontecimientos históricos que de cierta forma causal han llevado al inglés al lugar de privilegio que hoy ostenta. Otros aún más ingenuos o con teorías peregrinas que casi rozan el racismo atribuyen a la lengua inglesa ciertas propiedades intrínsecas poco menos que esotéricas y seudocientíficas que la convierten en un idioma superior a todos los existentes lingüística y culturalmente, y que por tanto tendería de forma natural a imponerse y suplantar al resto de las lenguas del mundo. Esta última teoría tan propia del los tiempos del imperialismo y del más añejo colonialismo resulta a todas luces tan deplorable que no merece la pena ni tan siquiera intentar rebatirla.

            El papel privilegiado del inglés en el siglo XXI no responde a la casualidad del devenir histórico, ni tampoco se debe a unas supuestas características superiores intrínsecas a la lengua inglesa. Tal y como ocurriera antes con el latín en la época del Imperio Romano, con el español en la época de Carlos V, o del francés en los tiempos de Napoleón; el peso de una lengua se corresponde única y exclusivamente con la fuerza política, militar, y económica del país o países que la hablan.

            Al concluir la Segunda Guerra Mundial, los países anglosajones vencedores trazaron una verdadera agenda de imposición lingüística del inglés a nivel mundial cuyo fin último sería reforzar sus intereses económicos al beneficiarse dichos países de un estatus de privilegio sobre los demás, y facilitar el camino de lo que podríamos considerar como una verdadera invasión cultural y de valores a escala mundial que no haría otra cosa que beneficiar a sus propias economías y mercados.

            Así, poco a poco y de una forma casi imperceptible, durante los últimos cuarenta años se ha ido construyendo lo que muchos conocen como “La Gran Mentira Inglesa” que consiste en hacer creer a todos los pueblos y naciones del mundo que el “resto” de naciones y países hablan inglés y de esa forma animarnos e instigarnos a aprender dicho idioma para poder comunicarnos con el resto del mundo. Una mentira que a fuerza de repetirla podría convertirse en una triste verdad.

            En realidad el inglés es la lengua materna mayoritaria de SOLO 6 países de los más de 200 Estados que componen el mundo: EE.UU., Reino Unido, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda y Canadá. En el resto de países donde el inglés es lengua oficial existen otras muchas lenguas nacionales mayoritarias y de uso común como el tagalo en Filipinas, el hindi en India, o el afrikaans en Sudáfrica. Y también se dan los casos de muchos países en los que el inglés figura como lengua oficial sobre el papel pero cuyas poblaciones tienen en realidad un nivel de inglés muchísimo peor que el de países donde el inglés no posee ningún estatus oficial y donde sin embargo, el inglés es la segunda lengua de toda la población tal y como sucede en países como Suecia, Holanda, Finlandia o Dinamarca.

            El estatus del inglés como única lengua global del siglo XXI no es más que una ficción como otras muchas, pero que a fuerza de repetirse y de hacernos creer ciegamente en ella sin razonar, debatir ni aportar argumentos está siendo alimentada hasta ir por camino de convertirse en una triste realidad. Afortunadamente las dificultades intrínsecas del aprendizaje de este idioma y de cualquier otra lengua nacional para muchas poblaciones del planeta como podrían ser los chinos, los japoneses o los coreanos, y de otros muchos pueblos del mundo, están dificultando ese sueño anglosajón de conseguir un planeta monolingüe inglés, en el que el resto de lenguas nacionales no sean más que residuos folclóricos decorativos como lo son ya el irlandés, el hawayano o todas las lenguas indígenas de África y Norteamérica que se encuentran al borde de la extinción.

            Si algo ha demostrado el inglés en estos 40 años de implantación forzosa y soterrada en la que no se han escatimado esfuerzos políticos e incontables inversiones económicas para incrementar la velocidad de su implantación, es que la lengua de Shakespeare se muestra particularmente inadecauda para cumplir con su papel privilegiado de servir de lengua planetaria, tal y como demuestran los elevados índices de fracaso escolar en diversos países del mundo en esta materia.  

            Y sin embargo, en prácticamente todos los sistemas educativos del mundo se OBLIGA y se IMPONE su aprendizaje como segundo idioma asegurándoles que "en el resto del mundo" todos lo hablan. ¿Cuándo han votado en la ONU que el inglés sea la lengua planetaria? ¿Cuándo se ha celebrado un referéndum en ningún país para preguntar a su población si quieren que el inglés sea la lengua extranjera obligatoria? Nunca, nadie, en ningún país lo ha hecho, porque saben que si se preguntara a la gente a nivel mundial nunca ganarían. Los países anglosajones han sabido llevar a cabo una inteligente táctica de “hechos consumados”.
           
            Trabajan con la premisa de que llegará un momento en que a fuerza de imponer efectivamente la “Gran Mentira Inglesa” esta se hará verdad y será un hecho contrastable eso de que en todas partes todo el mundo sabe inglés, pero a día de hoy y afortunadamente todavía sigue siendo UNA GRAN MENTIRA.

            Actualmente los chinos, los japoneses, los rusos, o los brasileños en su mayoría no hablan otro idioma que no sea el suyo propio, ¡Qué sorpresa se han llevado algunos cuando han ido a trabajar a Alemania y se han dado cuenta de que los alemanes lo que hablan es ALEMÁN! En el mundo no anglosajón, solo hablan inglés unas cuantas élites científicas y financieras, junto al personal de las recepciones de los hoteles (y no de todos). EE.UU. y con él, el resto de las potencias anglosajonas se encuentra hoy en el atardecer de su supremacía como única potencia mundial, al tiempo que emergen otros países que como China tejen sus propios hilos de dominio y de control a escala internacional, en el propio suelo norteamericano la lengua española es ya el idioma cotidiano de más de 40 millones de personas, convirtiendo a EEUU en el país con mayor número de hispanohablantes del planeta, mientras que China mediante su Instituto Confucio comienza a propagar su propio idioma que en la actualidad comienza a funcionar como lengua de intercomunicación asiática dejando de lado al inglés.
            Los imperios lingüísticos son tan efímeros como el poder de las potencias que los sustentan, y si el inglés aún no ha caído de su pedestal no se debe a su pujanza sino a la dificultad que entraña el aprendizaje del chino y la falta de dinamismo económico del mundo hispánico. Pero ¿Cuánto tiempo se mantendrá esa situación? ¿Tendrá tiempo suficiente para convertir “La Gran Mentira Inglesa” en una realidad de la que ya no haya vuelta atrás?

            ¿No existen alternativas a este suceder constante de idiomas privilegiados que caen y se levantan? ¿No existe una alternativa justa y democrática que permita una verdadera comunicación internacional sin privilegiados? Desde luego que existe, desde hace más de 100 años el Esperanto ha conseguido mantenerse vivo y de generar una cultura internacional única y singular de gran riqueza literaria. Sin el apoyo de ningún país ni institución consiguió presentar ante la ONU más de 70 MILLONES DE FIRMAS solicitando la inclusión de su estudio en las escuelas de todo el mundo, y el uso generalizado de esta lengua diseñada para la comunicación internacional, pero las presiones anglosajonas no consentieron tal cosa, de tal manera que el Esperanto como su propio nombre indica continúa esperando, mientras los anglosajones desesperan viendo cómo a pesar de su gran mentira y de todos sus recursos para mantener un entramado que les reporta anualmente miles de millones de euros en cursos, estancias en el extranjero, exámenes, y titulaciones… su idioma continúa siendo esa asignatura pendiente en prácticamente todos los países del mundo.




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