La Farsa Inglesa
Sin
lugar a dudas, una de las imposiciones inadvertidas más flagrantes de nuestro
tiempo, asumida con la misma docilidad con la que se
aceptan las leyes naturales, es la obligación o imposición perentoria de aprender
inglés en la práctica totalidad de los sistemas educativos del mundo. Se trata de un hecho aceptado socialmente sin más, sin que exista un debate público sobre el tema, ni una oposición organizada, un fenómeno impuesto por una legislación que no está claramente regulada y que pretende que creamos que la imposición del inglés como lengua extranjera obligatoria es un hecho obvio y natural que parece caer por su propio peso. Nada más lejos de la realidad.
Existe
una especie de fuerza coercitiva invisible que desde hace al menos cuarenta
años trabaja en la imposición de un régimen lingüístico mundial en el que el
inglés desempeñe el papel de lengua global. Hay quienes ingenuamente piensan
que esta realidad se debe al devenir natural de los acontecimientos históricos
que de cierta forma causal han llevado al inglés al lugar de privilegio que hoy
ostenta. Otros aún más ingenuos o con teorías peregrinas que casi rozan el racismo atribuyen a la
lengua inglesa ciertas propiedades intrínsecas poco menos que esotéricas y seudocientíficas que la
convierten en un idioma superior a todos los existentes lingüística y culturalmente, y que por tanto
tendería de forma natural a imponerse y suplantar al resto de las lenguas del
mundo. Esta última teoría tan propia del los tiempos del imperialismo y del más
añejo colonialismo resulta a todas luces tan deplorable que no merece la pena
ni tan siquiera intentar rebatirla.
El
papel privilegiado del inglés en el siglo XXI no responde a la casualidad del devenir histórico, ni
tampoco se debe a unas supuestas características superiores intrínsecas a la
lengua inglesa. Tal y como ocurriera antes con el latín en la época del Imperio
Romano, con el español en la época de Carlos V, o del francés en los tiempos de Napoleón; el peso de una lengua se corresponde única y exclusivamente con la
fuerza política, militar, y económica del país o países que la hablan.
Al
concluir la Segunda Guerra Mundial, los países anglosajones vencedores trazaron
una verdadera agenda de imposición lingüística del inglés a nivel
mundial cuyo fin último sería reforzar sus intereses económicos al beneficiarse dichos países de un estatus de privilegio sobre los demás, y facilitar
el camino de lo que podríamos considerar como una verdadera invasión cultural y de valores a
escala mundial que no haría otra cosa que beneficiar a sus propias economías y mercados.
Así,
poco a poco y de una forma casi imperceptible, durante los últimos cuarenta
años se ha ido construyendo lo que muchos conocen como “La Gran Mentira
Inglesa” que consiste en hacer creer a todos los pueblos y naciones del mundo
que el “resto” de naciones y países hablan inglés y de esa forma animarnos e
instigarnos a aprender dicho idioma para poder comunicarnos con el resto del
mundo. Una mentira que a fuerza de repetirla podría convertirse en una triste
verdad.
En
realidad el inglés es la lengua materna
mayoritaria de SOLO 6 países de los
más de 200 Estados que componen el mundo: EE.UU., Reino Unido, Irlanda,
Australia, Nueva Zelanda y Canadá. En el resto de países donde el inglés es
lengua oficial existen otras muchas lenguas nacionales mayoritarias y de uso
común como el tagalo en Filipinas, el hindi en India, o el afrikaans en Sudáfrica.
Y también se dan los casos de muchos países en los que el inglés figura como
lengua oficial sobre el papel pero cuyas poblaciones tienen en realidad un
nivel de inglés muchísimo peor que el de países donde el inglés no posee ningún
estatus oficial y donde sin embargo, el inglés es la segunda lengua de toda la población tal y como sucede en países como Suecia, Holanda, Finlandia o Dinamarca.
El
estatus del inglés como única lengua global del siglo XXI no es más que una
ficción como otras muchas, pero que a fuerza de repetirse y de hacernos creer ciegamente en ella sin razonar,
debatir ni aportar argumentos está siendo alimentada hasta ir por camino de convertirse en una triste realidad. Afortunadamente las dificultades intrínsecas del
aprendizaje de este idioma y de cualquier otra lengua nacional para muchas poblaciones del planeta como podrían ser
los chinos, los japoneses o los coreanos, y de otros muchos pueblos del mundo,
están dificultando ese sueño anglosajón de conseguir un planeta monolingüe
inglés, en el que el resto de lenguas nacionales no sean más que residuos
folclóricos decorativos como lo son ya el irlandés, el hawayano o todas las
lenguas indígenas de África y Norteamérica que se encuentran al borde de la extinción.
Si
algo ha demostrado el inglés en estos 40 años de implantación forzosa y
soterrada en la que no se han escatimado esfuerzos políticos e
incontables inversiones económicas para incrementar la velocidad de su implantación, es que
la lengua de Shakespeare se muestra particularmente inadecauda para cumplir con
su papel privilegiado de servir de lengua planetaria, tal y como demuestran los
elevados índices de fracaso escolar en diversos países del mundo en esta
materia.
Y
sin embargo, en prácticamente todos los sistemas educativos del mundo se OBLIGA
y se IMPONE su aprendizaje como segundo idioma asegurándoles que "en el resto
del mundo" todos lo hablan. ¿Cuándo han votado en la ONU que el inglés sea
la lengua planetaria? ¿Cuándo se ha celebrado un referéndum en ningún país para
preguntar a su población si quieren que el inglés sea la lengua extranjera
obligatoria? Nunca, nadie, en ningún país lo ha hecho, porque saben que si se
preguntara a la gente a nivel mundial nunca ganarían. Los países anglosajones han sabido llevar
a cabo una inteligente táctica de “hechos consumados”.
Trabajan con
la premisa de que llegará un momento en que a fuerza de imponer efectivamente
la “Gran Mentira Inglesa” esta se hará verdad y será un hecho contrastable eso
de que en todas partes todo el mundo sabe inglés, pero a día de hoy y afortunadamente todavía sigue
siendo UNA GRAN MENTIRA.
Actualmente los chinos, los japoneses, los rusos, o los brasileños en su mayoría
no hablan otro idioma que no sea el suyo propio, ¡Qué sorpresa se han llevado
algunos cuando han ido a trabajar a Alemania y se han dado cuenta de que los alemanes
lo que hablan es ALEMÁN! En el mundo no anglosajón, solo hablan inglés unas cuantas élites científicas
y financieras, junto al personal de las recepciones de los hoteles (y no de todos). EE.UU. y con él, el resto de las potencias anglosajonas se encuentra hoy
en el atardecer de su supremacía como única potencia mundial, al tiempo que emergen otros países que como China
tejen sus propios hilos de dominio y de control a escala internacional, en el propio
suelo norteamericano la lengua española es ya el idioma cotidiano de más de 40
millones de personas, convirtiendo a EEUU en el país con mayor número de
hispanohablantes del planeta, mientras que China mediante su Instituto Confucio
comienza a propagar su propio idioma que en la actualidad comienza a funcionar como lengua de intercomunicación asiática dejando de lado al inglés.
Los
imperios lingüísticos son tan efímeros como el poder de las potencias que los
sustentan, y si el inglés aún no ha caído de su pedestal no se debe a su pujanza
sino a la dificultad que entraña el aprendizaje del chino y la falta de
dinamismo económico del mundo hispánico. Pero ¿Cuánto tiempo se mantendrá esa
situación? ¿Tendrá tiempo suficiente para convertir “La Gran Mentira Inglesa” en una realidad de la que ya no haya
vuelta atrás?
¿No
existen alternativas a este suceder constante de idiomas privilegiados que caen
y se levantan? ¿No existe una alternativa justa y democrática que permita una
verdadera comunicación internacional sin privilegiados? Desde luego que existe,
desde hace más de 100 años el Esperanto
ha conseguido mantenerse vivo y de generar una cultura internacional única y
singular de gran riqueza literaria. Sin el apoyo de ningún país ni institución
consiguió presentar ante la ONU más de 70
MILLONES DE FIRMAS solicitando la inclusión de su estudio en las escuelas
de todo el mundo, y el uso generalizado de esta lengua diseñada para la
comunicación internacional, pero las presiones anglosajonas no consentieron tal
cosa, de tal manera que el Esperanto como su propio nombre indica continúa esperando, mientras los
anglosajones desesperan viendo cómo a pesar de su gran mentira y de todos sus
recursos para mantener un entramado que les reporta anualmente miles de
millones de euros en cursos, estancias en el extranjero, exámenes,
y titulaciones… su idioma continúa siendo esa asignatura pendiente en
prácticamente todos los países del mundo.
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